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Predicadores de la palabra divina (página 2)



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Pasajes de sermones predicados y publicados

Hay predicadores de gran popularidad que intentan perpetuar sus prédicas y sus afanes del púlpito por medio de publicaciones. Estos predicadores pueden ser como san Pablo de presencia débil y despreciable o rubicundos, pero siempre propensos al envanecimiento. Dicen tener el don de la palabra y de la profecía y que destina los beneficios de sus acciones colectivas a la ayuda de los pobres. Dicen estar dispuestos a entregar sus cuerpos a las llamas con la misma prontitud que lo exigen para sus contradictores en religión. Proponen modelos de justicia, veracidad y amor y no tener ninguna clase de favorecimientos, pero en la práctica no aplican sus propias enseñanzas.

Colaboran al Espíritu Santo con mentiras piadosas en la conversión de los infieles. Están convencidos de la necesidad de predicar sus doctrinas para la salvación de las almas, sin considerar la veracidad de ellas y las verdaderas necesidades vitales de la mayoría de las personas. Sufren de la distorsión intelectual y moral que inevitablemente produce la aceptación incondicional de los dogmas, por estar basados en estructuras muy complejas de rangos, autoridad y verdades elementales. Su percepción intelectual de la verdad y de la claridad está asociada a la veracidad y validez moral de lo que afirman.

La preferencia constante de la verdad en la teoría y en la práctica es un hábito moral superior que requiere de la colaboración entre el intelecto y los impulsos sensoriales. Por eso solo se encuentra, en forma aceptable, en los cerebros de orden superior. El cerebro humano, en general, es un caldo de cultivo para creencias incoherentes. Por eso es común observar en las personas un sentido confuso y borroso de la veracidad y que es aprovechado por las sectas que se creen guiadas por la inspiración divina y no por el ejercicio de la razón.

Para muchos predicadores la veracidad de las historias sagradas y de los milagros que cuentan, dicen estar de acuerdo con la palabra y los actos de Dios. Que exigir pruebas de historias que incuestionablemente tienden a la gloria de Dios es escepticismo pecaminoso.

Embotamiento de la percepción de la verdad

La costumbre de aturdir, de embotar la percepción de la verdad y el sentido de la veracidad, lleva a los crédulos a aceptar engaños y a vivir en el limbo de la falsedad. Las mentes prisioneras de este estado no preguntan por pruebas o hechos que respalden los documentos y se acostumbran a rechazar las pruebas adversas, usando engaños, artificios y recursos dudosos que las contradigan.

El anterior es un estado mental muy similar al que establecía un profesor de Padua, para refutar el descubrimiento de los satélites de Júpiter por Galileo. Afirmaba que solo existían siete metales y que si solo había siete metales, no podía haber más de siete planetas y sin satélites.

La visión mental de los necesitados de artificios para alimentar su credulidad, hace que queden deslumbrados ante estos planteamientos. En el caso anterior cuando las personas pre condicionadas miraban el firmamento con cualquier telescopio, aun con el de Galileo solo veían siete planetas.

El profesor de Padua en el caso de la salvación, hubiera argumentado que solo existe un dios y por tanto no puede haber sino una sola doctrina que garantice la salvación de los seres humanos.

A quienes necesitan de proposiciones que consideran indispensables para su salvación, les será imposible la búsqueda de la verdad. Así como aquellos que se aferran a observaciones meteorológicas, cuando alguna tormenta amenaza con ahogarlos.

Los predicadores pregonan como actitud religiosa correcta un estado de alerta y prontitud, un ansia de seguridad personal, para amedrantar a sus feligreses e impedir cualquier reflexión serena y exhaustiva, cualquier sentimiento noble y desinteresado. La inescrupulosidad de sus afirmaciones se afianza con los prejuicios religiosos. Difícil por lo tanto valorar y practicar la veracidad dentro de la religión.

Los evangelios

Algunos predicadores arguyen que si lo que consignaron escritores religiosos en la páginas de los libros llamados evangelios, en un tiempo muy posterior a la muerte de Cristo, hubiese sido ficción fruto de sus imaginaciones, seguramente los judíos se hubiesen pronunciado de inmediato contra ellos. Hubiesen afirmado que tales hechos no habían ocurrido, que nunca había existido un Jesucristo en su país, y que por tanto ellos no lo habían crucificado, ni habían perseguido cruelmente a sus apóstoles.

Se elude, no se plantea en este pasaje lo que verdaderamente se cuestiona, ni los judíos niegan que los evangelios tengan una base histórica. Lo que se cuestiona es la distorsión o modificación del relato de esos hechos para servir intereses de poderes religiosos. También la destrucción, el ocultamiento y la prohibición de textos que narran lo que verdaderamente sucedió. Porqué no aparecen, o se ocultan y no se publican los evangelios escritos directamente por Jesús y María Magdalena?, quienes además de ser príncipe y princesa de la casa de David, eran las personas lideres y más ilustradas del grupo semillero del cristianismo?

Pasaje 1.

Según algunos predicadores el siguiente es el texto del credo de los infieles: creo que no hay dios, que la materia es dios y dios es la materia. No importa que haya o no haya dios. Creo que el mundo no fue creado, que se creó por sí solo, que no tuvo principio y durará para siempre. Creo que el hombre es un animal en el que su cuerpo es el alma y el alma su cuerpo y que después de la muerte no existirán cuerpos ni almas. Creo que no hay religión humana, sino una religión natural y que toda religión humana es antinatural. No creo en los escritos de Moisés ni de san Pablo, creo en los principios de los filósofos como Sócrates y Confucio. No creo en la revelación, creo en la tradición. No creo en la Biblia ni en los Evangelios, creo en el Talmud y el Corán. No creo en Cristo creo en Mahoma, creo en cualquier descreimiento.

Según la misma Biblia, los verdaderos infieles son los mentirosos y los falsificadores. Los predicadores tratan de ignorar la existencia de un gran número de personas eminentes en instrucción y seriedad, que consideran las escrituras hebreas y cristianas como documentos históricos, y que por lo tanto hay que abordarlos con las normas de la crítica histórica.

Los predicadores tratan a su vez de desconocer la existencia de otro grupo menos numeroso, que sin ser críticos históricos, ven el esquema dogmático edificado sobre las escrituras, como algo opuesto a sus convicciones personales. Para los predicadores los infieles son las personas perversas que viven en pecado, e intentan convencer a los demás, de que Dios no existe y que el cristianismo es una impostura, a pesar de que tienen la secreta certeza de que lo que niegan es verdad y a veces se les escapa admitir que la Biblia es la revelación de la palabra de Dios.

Según los predicadores, los infieles son seres anormales intelectual y moralmente, que tienen como credo una compleja trama de contradicciones. Son seres que aúnan simpleza, imbecilidad, satánica osadía, mucha ternura, con rebeldía para abandonar sus errores y pecados.

Pasaje 2

Conocí un infiel con quien razoné durante días, pasé muchas horas con él, le expuse pruebas internas, externas y experimentales contra su falta de fe y desprecio por ella, pero no logré convencerlo. Sospeché entonces que su problema no era intelectual sino moral, que su prejuicio no estaba en su mente sino en su corazón. Que estaba viviendo conscientemente en grave pecado. Al decírselo, lo aceptó, me hizo una reverencia y se marcho agradecido.

Para los predicadores los infieles a veces son personas agudas e ilustradas, más escrupulosas que muchos cristianos, que sufren por no poder conciliar el pecado con la incredulidad y el desprecio por los evangelios. Personas que con su agudeza e ilustración viven permanentemente ideando medios para derrumbar los evangelios, pero por su ternura e ingenuidad palidecen y se retiran de los debates cuando los acusan de pecadores.

De los teólogos y predicadores que se atreven a describir infieles y a inventar sus credos y descreimientos de forma perversa, hay que decir como Sancho Panza de los bachilleres de Salamanca: "nunca mienten, solo cuando les interesa".

Pasaje 3

Pregunté a los campesinos en las montañas: habéis leído pruebas en contra de la Biblia?. No, ninguna. Como sabéis entonces que este libro es divino y que la religión que profesáis es la verdadera?. Decidnos que los ríos no corren, que los vientos no suspiran en las montañas, que el sol no aparece por las cumbres, que nuestros corazones no laten. Decidnos esto y lo creeremos, pero no nos digáis que la Biblia no es divina, que sus verdades no iluminan nuestros pasos, que sus consuelos no dan fuerzas a nuestros corazones, porque eso si no lo creeremos. Que se peguen nuestras lenguas a nuestros paladares, que nuestras manos pierdan sus destrezas, si alguna vez negamos lo que sentimos en lo más profundo de nuestros seres: que este libro bendito es el libro de Dios.

Este pasaje demuestra en forma dramática que en el pensamiento de los predicadores no hay límites entre hechos y retórica. Al leer el pasaje, salta la duda de si lo expuesto en el, lo dijeron realmente los campesinos de las montañas, o si más bien es el predicador quien lo escribe e intenta hablar por los campesinos.

Pasaje 4.

En la universidad nos contaminamos del espíritu de escepticismo. Pensamos que el cristianismo puede no ser cierto. La posibilidad de esta idea nos obliga a abordarla y zanjarla. Nuestra conciencia no nos da tregua hasta que no la zanjamos. Pero después de varios años de lectura y reflexiones encontramos pruebas tan claras que nos llevan al convencimiento de que la Biblia es el libro de Dios.

En los predicadores la experiencia y largos años de lectura, estudio y reflexión no alcanzan a inculcarles la duda, que es un distintivo de la verdad y del amor. No les permite concebir la existencia de mentes perplejas ante la fe y de las más puras intenciones con sed de luz y anhelos de verdad, que armonice y cobije sus máximas capacidades y aspiraciones. Por el contrario cimentan su fe dentro del cristianismo dogmatico. Estos predicadores no practicaron el esfuerzo franco y compasivo para resolver sus dificultades, como lo hacen las mentes humildes. Suponen sistemáticamente que quienes dudan de sus prédicas son seres contumaces y presuntuosos, que cierran conscientemente sus ojos a la luz, tontos a quienes se debe responder con tonterías, es decir usando afirmaciones temerarias, anécdotas apócrifas y hasta acusaciones injuriosas.

Las lecturas a las que dicen están entregados de por vida, no les permiten a los predicadores relacionar su credo religioso con la filosofía seglar. Rehúyen sistemáticamente resolver o abandonar sus dificultades teóricas y religiosas y se limitan a fustigar a quienes imaginan son sus contradictores, aprovechando la ignorancia de sus oyentes o lectores y quienes les retribuyen sus prédicas con admiración barata.

Dibujan a los infieles con fe o retratos, ponen en sus bocas las expresiones que les conviene y usan un método breve y fácil para confundir a sus oyentes. El proceso mental que usan para atacar a los infieles se basa en el siguiente silogismo: todo lo que tiende a la gloria de Dios es cierto. Como los infieles niegan y vituperan de Dios, cualquier cosa que se use para demostrar que los infieles son malos, es cierto.

Por ello afirman que los infieles son personas que llevan vidas groseras y licenciosas. Para ellos los infieles son personas que plantean dudas o criticas o no profesan la religión de los predicadores. Exigen como lealtad a su religión, que si alguien tiene la sospecha de que alguna persona es infiel, así sea un gran filosofo o científico, hay que creerle porque esa sospecha tiende a la gloria de Dios.

Pasaje 5.

Voltaire declaró que no hay Dios. Era un ateo que abogaba por la más vil sexualidad. Se enfrentó a Dios de modo intencionado y confeso, lo odiaba, era un blasfemo que juró destronarlo.

Muchas aseveraciones de este tipo, apartadas de la verdad, contienen
las prédicas verbales o escritas de muchos predicadores. Afortunadamente
solo son suposiciones perversas de ignorantes mal instruidos. Los predicadores
cuentan con la ignorancia de sus feligreses para impartirles falsedades y sofismas.
Ejemplo chocante de la alianza entre perversión intelectual y perversión
moral, es la manera como los predicadores alternan entre lo veraz y lo absurdo
y entre la tergiversación y la contradicción. Argumentan por ejemplo,
que la doctrina de la Trinidad es demasiado majestuosa para que haya sido concebida
por un ser humano y por consiguiente es divina. O que la encarnación,
aunque concebida a través de seres humanos, hay que aceptarla como divina.
Más que la falacia de sus respuestas prefabricadas, preocupa su falsedad.

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos

[1] Nota: cinosura, en ingl?s cynosure, significa objeto o centro de la atenci?n a las miradas de todos.

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